lunes, 13 de febrero de 2012

Lie. (VI)

-Buenos días Leo. No te preocupes, no hiciste nada malo. Lo siento yo.
+Te dije algo muy feo, y que no venía a cuento.
-Leo no le des más vueltas, de verdad. Desayuna algo y siéntate aquí conmigo a ver la tele.
La lágrimas acuden a los ojos de Diana. Leo se da cuenta de que algo le pasa, pero no se atreve a preguntarle. Mejor esperar a que aparezca Dani. Hoy al despertarse ha hablado con el y han cambiado los planes; Danielle viene hoy, y Leo se va mañana. Diana tendrá preguntas cuando vea a su exnovio, y Leo quiere contestarle todas las que pueda. La verdad es que no tiene mucha hambre, ni ganas de coger un vaso. Así que tras abrir tres o cuatro armarios se da la vuelta y vuelve al salón con las manos vacías.
-¿No comes nada?
+Que va, no tengo hambre.
Se sienta. Normalmente se sentarían pegado el uno al otro, y Diana se acurrucaría entre los brazos de Leo, como si fueran una pareja. Pero esta vez es diferente. No se tocan. No se miran. Y el silencio, lejos de ser voluntario, es incómodo. Diana no ha dormido en toda la noche, y tras unos minutos, no puede mantener los ojos abiertos por más tiempo. Leo la observa dormir, la tapa con una manta y le aparta el pelo de la cara. Diana al sentirlo, incluso dormida, sonríe. En tres horas ha quedado con Danielle en los campos Eliseos. Y aunque no se siente capaz de apartar sus ojos de ella, por miedo a que desaparezca, se levanta y comienza a hacer la maleta. Su olor recorre la casa; es perfume de frambuesa. Su barra de labios reposa tranquila cerca del espejo, donde hay dibujado un pequeño corazón. Lo hizo el día en que llegaron ''Para darle nuestro toque personal'', dijo mientras él se reía. Es el color rojo que llevaba ayer, que marcó las copas de la cena de San Valentín.
+Diana- susurra en su oído- Diana, despierta, que nos tenemos que ir.
Ella abre los ojos. No se molesta en preguntar a donde, ya lo sabe. Se levanta y camina despacio hacia su armario. No puede evitar fijarse en que la puerta de la habitación de Leo está cerrada. Debe haber hecho ya las maletas.
En menos de veinte minutos, ya están caminando por las callejuelas de París. Leo la observa por el rabillo del ojos. Lleva unos leotardos de rejilla con un vestido de flores, y una chaqueta marrón con gorro, bufanda, guantes e incluso bolso a juego. Está preciosa, pero triste. Lo nota en sus ojos.
-¿A dónde vamos?
+A los campos Eliseos.
-¿Por qué?
+Sorpresa.
Diana quiere escapar de esta situación como sea, pero los minutos se le van de entre las manos sin poder remediarlo. Por fin llegan. A unos cuantos metros, ambos reconocen a Danielle de espalda, que como si notara sus presencias se da la vuelta.
-Hola, Diana.
+Danielle.
La mirada de Diana no muestra alegría, sino miedo. Y no por lo que le vaya a decir Danielle. Tiene miedo, miedo de que su llegada a París signifique la partida de Leo a España.

domingo, 12 de febrero de 2012

I open my eyes... (V)

Son las 2.30 del mediodía y Leo aún no ha dado señales de vida. Y Diana no se atreve a entrar en su habitación. No ha sido capaz de dormir en toda la noche. Tras cinco minutos llorando sola, salió de su cuarto y se sentó en el sillón del salón, puso música en la mini-cadena y se quedó toda la noche esperando a Leo, pensando que él saldría. ¿Por qué no había salido? ¿Por qué se había enfadado tanto? No lo sabe, pero se le encoge el corazón solo de pensar en ellos. Suena la canción favorita de él. Sube el volumen, con la única intención de que sepa que ella está despierta, de que lo está esperando. Las voces de Bruno Mars y Eminen cantando Lighters se eleva por todo el apartamento, y terminan por apagarse antes del minuto cinco. No lo soporta más. Se levanta y pega la oreja a la puerta de la habitación de Leo. No escucha nada, así que entra sin hacer ruido. Está oscuro. Leo duerme abrazado a una almohada. Se acerca y observa que tiene las mejillas húmedas. Se siente culpable, y no sabe el por qué.  Encima de la cama está abierto el portátil. Diana mueve el ratón y la pantalla se ilumina. Brilla una lucecita naranja que indica que alguien está hablando por el messenger. Le da un vuelco al corazón cuando ve el nombre de la persona. Es Danielle. Mira a Leo, que duerme tranquilo, y sin poder evitarlo, abre la conversación. Y no se cree lo que lee.
''-Danielle.
-Hola Leo...¿Cómo está Diana?
-¿Cómo te atreves a preguntarme por ella?
-Por que la echo de menos.
-Ya, claro.
-Leo, la quiero. La amo. Fue un error, todo fue un error, y no te imaginas lo que lo lamento día tras día...
-Pues muy a mi pesar, vas a tener la oportunidad de arreglarlo.
-¿Cómo?
-Mañana vuelvo a España, ya he reservado el vuelo. Y he reservado otro de España a Francia. Diana se queda.
-¿Quieres decir...?
-Sí, que te vienes aquí con ella.
-¿Pero por qué?
-¿Quieres o no?
-Sí.
-Pues no preguntes nada más.''
Los ojos de Diana se inundan. Comprueba que Leo está dormido y sale corriendo de nuevo hacia el salón. Suenan The Beatles, Yesterday. Se sienta e intenta asimilar lo que acaba de leer. Tiene miedo. Creía que leer esas palabras la alegrarían, le darían vida, y más bien ha sido todo lo contrario. Danielle viene, sí, pero eso le da igual. Leo se va. Se aleja de ella. ¿Por qué? No, no le gusta el cambio. ¿Qué debe hacer cuando vea a Danielle? Está confundida, lo único que sabe es que, cuando Dani llegue, quiere tener a Leo a su lado.
Escucha un ruido detrás suya.
-Buenos días Diana. Siento lo de anoche.

Por lo que pueda llegar a ser en tu vida (IV)

Leo la observa desde la puerta. Está dormida, su respiración es tranquila, y eso le relaja. Apoyado en el marco de la puerta disfruta del sabor de ese chocolate caliente. Incluso desde esa distancia puede diferenciar las manchas de rímel en la almohada causadas por las lágrimas. Ha estado más de hora y media seguida llorando entre sus brazos, hasta que al final no pudo más y simplemente se quedó dormida. Es guapa, es preciosa, y sonríe en sueños. En momentos como esos, siente envidia y rencor hacia Danielle.
-¿Cómo pudo dejarla escapar así ese estúpido? Es más, no dejarla escapar... Echarla de su vida, sin miramientos. Y todo por una con una talla más de sujetador que no le llega ni a la altura de los zapatos a Diana...
La rabia le puede, le consume. No se explica como alguien puede hacerle daño a una chica como ella. Sin darse cuenta, aprieta el vaso que está en su mano hasta estallarlo. El ruido despierta a Diana, que se sobresalta.
+¿Qué pasa?
-Nada, que se me ha caído un vaso, vuelve a dormirte.
+Leo...¿Eso es sangre?
Diana tiene razón. Un corte algo profundo recorre la mano de Leo de lado a lado. Sin que él lo pueda evitar, la chica se levanta corriendo hacia el baño, y en menos de minuto y medio vuelve con vendas y todo tipo de mejunjes.
-No hace falta, Diana.
Ella lo mira, le sonríe y con un brillo suspicaz en los ojos mal maquillados le contesta.
+Sí que la hace.
Cinco minutos después, él tiene la mano vendada, y ella recoge los restos de cristal del suelo.
+¿Se puede saber que hacia para cortarte la mano de esa manera?
Leo no contesta. ¿Qué podría decirle? ¿Qué pensaba en como Danielle la había tratado? No, eso le sentaría demasiado mal.
+Podría haber sido mucho peor.
-Pero no lo ha sido.
+No me hace gracia, Leo. No se que ha sido ni que te ha pasado, pero no lo vuelvas a hacer.
-Hay cosas que son inevitables.
Diana lo mira con un gesto de enfado en la cara.
+¿Qué eres, masoca o algo?
-Habló.
+¿Qué quieres decir?
-Te haces tú más daño pensando en Danielle que yo rompiendo un puto vaso.
+Leo, déjame en paz.
-Lo haré, a ver cuanto tiempo sobrevives tú sola.
Ambos salieron a paso ligero del pasillo y cerraron de un portazo las puertas de sus respectivos cuartos. Y ambos comenzaron a llorar tras echar el pestillo, sin comprender lo que acababan de hacer.

sábado, 11 de febrero de 2012

Ven, acércate. Ven y abrazame. (III)

La luna se refleja en el agua del Sena, que esta noche parece más clara que nunca. Parados, observan el río desde un puente con numerosos candados. La luz de las farolas no alumbra tanto como de costumbre, todo está sumido en una penumbra un tanto especial.
-¿Piensas que algún día lo olvidaré?
+No. No somos máquinas, no olvidamos por que si.
-¿Eso significa que siempre me dolerá?
+Tampoco. Hace poco una amiga me dijo algo que no me dejó indiferente: no lo vas a olvidar, pero llegará un momento en el que te darás cuenta de que ya no juega un papel tan importante en tu vida. Siempre te quedaran los recuerdos, pero en el presente y en tu futuro, podrás vivir sin él. Más que olvidar lo que sientes por él, lo transformarás.
Un escalofrío recorrió a Diana de pies a cabeza. Leo se dio cuenta y se quitó su chaquetón para ponérselo a ella sobre los hombros.
-Leo no hace falta...
+Te gusta esa frase. Sí que hace falta. No finjas ser tan fuerte, que algún día te vas a romper.
-¿Qué me quieres decir con eso?
+No te he visto llorar ni una sola vez por Danielle, no te he oído decir nada como ''lo echo de menos'' o algo como ''necesito un abrazo''. ¿No tienes ganas de todo eso?
-Pues...
Diana enmudeció. No tenía respuesta.
+A veces, para superar algo debes dejar de fingir, y decir lo que en verdad sientes.
-No puedo, me da vergüenza. Me avergüenzo de mí misma.
+¿Por qué? ¿Por necesitar un amigo o soltar unas cuantas lágrimas? Diana, sentir dolor, por lo que sea, no es motivo de avergonzarse.
Una lágrima se resbaló por su mejilla, Leo la cogió con un dedo.
+Ésto, no es más que una señal de valentía.
Diana esbozó una débil sonrisa, y con los ojos le suplicó que la abrazara. Y que no la soltara. Y él no se hizo más de rogar.

Queda camino por andar, borra tus huellas, toma las riendas. (II)

Bajo las luces de la noche Parisina, comparten un plato de pasta. Raviolis carbonara. Suena la melodía de un acordeón, y de los balcones cuelgan guirnaldas de geranios y margaritas. Una vela encendida a un lado de la mesa da un último toque de romanticismo en el que no reparan. Por lo menos Diana. 
-¿No te recuerda a la escena de la Dama y el Vagabundo?
Ella ríe ante la ocurrencia de Leo.
+Cierto, con la diferencia de que aquí no hay beso.
-Sí, se que soy el sueño de tu vida, pero Diana, son cosas que pasan...
Diana ríe con la boca llena. Leo no es capaz de pensar en otra cosa. Sus ojos, sus labios, su pelo... Tiene ganas de besarla, de abrazarla, de amarla... Tiene ganas de ella. Es como una droga. Cuanto más tiempo pasa con Diana, más la necesita día tras día. Pero no, no puede. Por ella. Está ahí para ayudarla. Está ahí por ella, porque tiene el corazón roto, porque no soportaba saber que en España lloraba noche tras noche por esa ruptura, por esa relación, por él...
+Eres tan estúpido.
-Dime algo que no sepa.
+Aún no me has contestado.
-¿Constestarte? ¿A qué?
+Por qué estás aquí conmigo, porque me has acompañado a París.
-Simple: para que no te perdieras. Con tu sentido de la orientación, quien sabe. Sin mi, podrías haber terminado en La India. 
+Eres un idiota.
Son palabras rodeadas de los dientes más blancos, de la sonrisa más pura. Leo le guiña un ojo y con gesto llama al camarero.
-Si no le importa, ¿Podría traernos el postre? Yo quisiera unos profiteroles. ¿Y tú, Diana?
+Estoy llena, mejor te quito a ti.
-Típico en las mujeres... Pues solo eso.
El camarero asiente simplemente, y en menos de cinco minutos ya está de nuevo en la mesa con lo mandado. 
+¿Cómo que típico?
-Ajá, no queréis postre pero siempre le quitáis a los demás.
+Como te odio.
Antes de que Leo pudiera reaccionar, Diana ya le había llenado la nariz de chocolate.

Con solo una caricia, me pierdo en este mar (I)

El sol brilla en lo alto enmarcado en celeste, las nubes parecen pintadas con acuarelas. El frío no cesa, y al pie de la inmensa torre caminan decenas de parejas agarradas de la mano. Hoy está más decorada que nunca, preparada para alumbrar París toda la noche. Es 14. De febrero. Diana se calienta las manos con un café del Starbucks. Lleva el abrigo blanco que tanto le gusta a Leo, y una boina color marrón. Sus ojos son más verdes que nunca. Escucha música desde el iPod solo con un casco. Pablo Alboran. Le encantan sus letras. Deberían entristecerla, después de todo lo que ha pasado... Pero más que eso, la anima. Para por debajo de la torre y se sienta en un banco. Está debajo de un cerezo, ya florecido. Ha quedado con Leo en 10 minutos ahí. Saca el móvil del bolso y busca sus fotos; no lo puede evitar. Sus ojos le persiguen en sueños, y escucha su voz en todos lados. Es como una pesadilla constante...Esas continuas ganas de llorar, ese dolor que le encoge el corazón.
-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
Por eso le encanta Leo. Él y sus entradas tan originales.
+Esperar a un idiota.
-¿Un idiota que te ha traído... esto?
Leo le enseña un ramo de rosas rojas que tenía escondidas tras la espalda, y sonríe al ver un brillo especial en los ojos de ella.
+Leo... No hacía falta, de verdad...
-Sí que la hacía. 
Diana sin pensar le da un abrazo. Él solía hacerle regalos como ese cuando estaban juntos... Parecía haber pasado una eternidad, y no superaba los 3 meses. 
+Yo no te he traído nada...
-Yo no lo necesito, tú sí. 
+Me recuerda a él, todo me recuerda a él.
Diana lo ignora, pero esas palabras le duelen a Leo, que no obstante, sonríe.
-Normal, estabas muy enamorada...
+No dejo de pensar en él.
-Pues deberías hacerlo. No te has mudado en vano.
+Pero...
-No, no hay peros. ¿Qué consigues? ¿Qué estás consiguiendo? Hacerte daño. Solo eso. Y todo por un tío. Hace semanas que no sonríes de verdad, como tú solías hacerlo. Hace tiempo que no te oigo reír a carcajadas. ¿Qué te ha pasado? ¿Él te ha cambiado? No consigo aceptar  eso. Es más, creo que no lo aceptas ni tu misma. Te duele más el haber sido tan ingenua que todo lo pasado. Que no es más que eso; pasado. Déjalo atrás, antes de que se convierta en una obsesión.
+¿Te puedo hacer una pregunta?
-Sí.
+¿Por qué me has acompañado hasta París?

lunes, 6 de febrero de 2012

Sus ojos son caramelo, su piel color canela...

Si estás enamorada/o o tienes novio o novia, aún estás a tiempo de dejar de leer. Es más te recomendaría que lo hicieras, que pasaras de esta entrada.
''Encontraron el secreto para amarse eternamente: no volvieron a verse nunca más''. Todos hemos dicho alguna vez eso de el roce hace el cariño, pero no todos nos damos cuenta del error. El roce no hace el cariño, el roce hace rozaduras. Ya no hay ni polos opuestos ni mundos a tu lado. Es febrero. El mes del amor. El mes de San Valentín. Que triste me parece. ¿Juntos para siempre? De pequeños nos enseñan eso de ''nunca digas nunca'', pero se les olvida el ''nunca digas siempre''. Todo llega y todo pasa. La de veces que me habré repetido a mí misma esa frase, que me la he terminado creyendo. Puede parecer que estas palabras están tintadas de rencor, pueden parecer teñidas de reproche, pero más que todo eso, más allá de las primeras impresiones, es una manera de animarme a mi misma. Al fin y al cabo, las heridas del alma son las que más tardan en sanar, y nadie sabe mejor que yo lo que necesito en cada momento.
Heridas del alma... No hay mayor herida que descubrir que todo en lo que he creído durante tanto tiempo o es más que una leyenda, un cuento, una historia... Tantas historias escritas, contadas, vividas y ocultadas, todas mentira. Creo que eso es lo que más me ha afectado; el dejar de creer en algo.
Como dijo Ana Torroja en una de sus canciones, amar es el comienzo de la palabra amargura.
Nos empeñamos en aferrarnos con uñas y dientes a una ilusión, hasta tal punto que la caída resulta tan dolorosa que piensas que siempre te quedarán señales. No, no te equivoques. Algo que no existe no puede hacer tanto daño.
Pero somos personas, necesitamos creer en algo. Aunque no exista.

¿Qué no podías vivir sin mi? Eso quedó en el aire.

Tengo muchas cosas en las que creer, pero las promesas no están entre ellas. Hace un tiempo lo habrían estado, sí. Pero las cosas han cambiado. Para mi, el amor no existe. Y en el caso de que exista, no es nada. Nada importante, por lo menos. Es una reacción, una hormona, como otra cualquiera. Nada de promesas falsas ni palabras vacías o besos por obligación. Todos hemos dicho ''para siempre'' alguna vez, y meses más tarde hemos roto la promesa. ''El amor'' es injusto. Siempre hay uno que da más que otro. No hablo solo por mi, hablo por todos. Asumidlo, solteros y ''enamorados'', siempre hay uno que cede antes, que da más, que ama más. Nunca se ama en la misma medida. Siempre hay algo que desequilibra la balanza. Pero un día todo esto se acaba, desaparece. Sin más, se esfuma, como si nunca hubiera pasado.Como si todo hubiera sido un sueño, o una pesadilla. Y se vuelve a la realidad. Y cuanto antes se asume, más tiempo tienes para sonreír de nuevo.
No se si tus palabras han sido alguna vez sinceras, pero me rindo. Las tiro a la basura.
No hay ganador, solo perdedores. Dos, para ser concretos.

sábado, 4 de febrero de 2012

Y todo esto, pensando en ti.

Lejos de aquí. Donde nadie me conozca ni me juzgue. Donde nadie sepa nada de mi. Un lugar, alguna ciudad, por la que pueda pasear calentándome las manos con un vaso de cartón de esos del Starbucks cada invierno sin tener que pararme a saludar a alguien. Quiero empezar de cero. Olvidarme de todo, pensar que ha sido un sueño. O una pesadilla. No llevarme nada que pueda recordarme todas las noches que he pasado llorando por unas cosas o por otras. Quiero observar la torre eiffel mientras suena en mi iPod alguna canción de Simple Plan o Maldita Nerea y sueño con un libro en la mano que tal vez ''el amor'' se esconda detrás de alguna de estas esquinas.

Y unos ojos que parecen pura debilidad...

Las palabras brotan, los sentimientos se esconden. Saben que no son bien recibidos. Esa imagen se repite. Sus ojos, su sonrisa. No. No y no. Yo soy como Penny en el club de los corazones solitarios. Otra vez, no. Estaba tan lejos... Pero aún así, sonrió cuando lo miré. Sí, lo sé. Sonrió. Pero...no lo sé, no lo sé...
Pero por una cosa, sí que pongo la mano en el fuego. Tiene una sonrisa perfecta.

Páginas olvidadas, estropeadas por el tiempo (I)

''Otra lágrima se desbordó y cayó por su mejilla, sonrosada ya de tanto llanto. Pero la atrapó antes de que muriera en sus labios, entreabiertos por los sollozos. En ese momento, se acordó de algo que él siempre le decía.
-Me encantan tus ojos.
-Pero si son unos simples ojos marrones.
-No, no, no, son color coca-cola con hielo- y sonreía, como solo él sabía hacerlo-, además, no es el color. Es la mirada, todo lo que transmite...
Y se acercaba a ella y la besaba hasta quedarse sin aliento. Y sonreía contra el filo de sus labios, y le hablaba horas y horas, contándole lo mucho que la quería...
Vuelve al presente. Ese recuerdo le duele, siente como si algo dentro le hubiera fallado...
Ante esta nueva punzada de dolor se encoge aún más, encima de su cama, abrazando el peluche que todavía huele a él...''

Titanic.

El amor no existe. Existe la química, las reacciones y las hormonas. Pero no el amor tal y como nosotros lo imaginamos. Es triste, pero cierto. Aunque yo creo que lo mejor es asumirlo desde un principio. Ni existe ni dura para siempre. Son cosas que pasan, reflexiones y pensamientos.
No existe, pero nos gusta jugar a que si. Todas hemos llorado alguna vez cuando muere Jack ahogado por salvar a Rose, o cuando nos enteramos de que Romeo se suicidó al creer que Julieta había muerto. Todas soñamos con ese chico, o más que con ese chico, con ese momento en el que siente que eres su mundo. Con el momento en el que lo miras a los ojos y te sientes bien. Pero esa sensación pasa. Por que no hay mayor mentira que decir ''para siempre...''