Un viento suave se escabulle entre pequeñas casas ordenadas, entre mármoles blancos y grises, entre flores recién marchitas y otras recién plantadas. La foto y las fechas recuerdan a alguien. Amores pasados, vidas rotas o naturalmente, amputadas. Sea como sea, pasadas, arrebatadas. Como la de mi amigo. A veces, todo esto sucede sin un porqué y el dolor es aún mayor. Camino entre las tumbas. Llevo un ramo de flores en la mano, los girasoles más bonitos que he podido encontrar.
Miro esa foto, esa sonrisa que tantas veces me ha hecho compañía. Esa imagen pequeña, así como grande y generoso era su corazón.
(…)Ya sé que habrías preguntado. No, no la he visto ni tengo intención de hacerlo. A veces pienso como sería si las cosas hubieran sido de otra manera. Si se hubiera marchado ella en tu lugar. Tú y yo, como amigos, nunca nos hubiéramos dejado, mientras que a ella, quizá nunca podría haberla olvidado (…)
Bueno, Pollo, yo también me marcho ya.
(…)Coloco mejor ese gran girasol, le concedo algo más de espacio y la ocasión de hacerle compañía a mi amigo del alma. Me viene a la cabeza una frase de Winchell: “El amigo es aquel que entra cuando todo el mundo ha salido”. Y tú, Pollo, aún estás dentro de mí.
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