Me falta el alma, me faltan las ganas y me sobran las lágrimas.
Se me han roto las alas, volaba demasiado alto. Y me he caído de boca.
No quiero escribir más.
El hierro se oxida cuando llueve mucho, y hubo tiempos mejores... y los vendrán peores.
Pero, para entonces, las hojas coloreadas de amarillo por el otoño ya habrán cubierto el duro y frío suelo con un manto húmedo. Entre el frío y las nubes, parece que las caídas duelen de menos. Aunque manchen más.
Una taza de leche con azúcar que me caliente las manos y pasar de este invierno con lágrimas que nadie vea.
Eso es lo bueno del frío, que siempre hay excusas para esconderse bajo una manta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario