Como si las únicas máscaras que se usaran fueran en el carnaval de Venecia. Como si día a día no nos mereciéramos Oscars por actuar. Aquí todos estamos especializados en una máscara, cada una diferente. Unas más tristes, otras más alegres, pero nunca nos dejamos ver tal y como somos realmente.
Vivimos en una constante fiesta, vivimos en un constante carnaval, en el que a la hora de la verdad, a todos nos da miedo dejarnos ver. Esto es vivir con miedo a ser criticado, a ser mordidos por el veneno de las víboras.
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