Una mariposa se apoya en un montón de cristales rotos. Sus diminutas patas sufren daños y cortes, pero ella, tenaz, se niega a leventar el vuelo. Se niega a levantar el vuelo, por que en su diminuta mente, piensa: 'Sufro, y duele, pero desde aquí tengo buenas vistas, veo el sol, el mar, y huelo la mezcla del césped húmedo con la sal del océano. Esto es todo lo que la vida me puede dar...'
Una mariquita que pasaba por allí, se extrañó de ver sangre en las patitas de la mariposa pero que aún así no emprendiera el vuelo alejandose de lo que le hacía daño.
-Mariposa, ¿Por qué no vuelas? Te sangran las patas.
-Lo sé, y me duele. Pero desde aquí tengo unas vistas maravillosas y me dá pena perderlas por un poco de dolor.
-Pero es que así, lo único que haces es pensar en el dolor, no aprovechas el paisaje.
-Pero disfruto un poco de él.
-Podrías disfrutar más.
-¿Cómo?
-Volando.
-Pero, ¿Y sí no? Además, estos cristales se encuentran muy solos, ¿Quién les hará compañia?
-El cielo, la tierra que se compone de lo mismo que ellos, el agua del mar, el viento... Ya que los cristales no pueden dañarlos a ellos. En cambio a tí, sí.
-Pero...
-Bueno, tengo prisa, me voy. Sólo tengo un último consejo para ti: atrévete a volar, atrévete a abandonar estos espejos que tanto daño te hacen, o, por lo menos, a mirarlos desde lejos. Por que, tú, mariposa, estás enamorada de un paisaje que no disfrutas por miedo, y eso es lo peor que se puede tener. Miedo. Y si no vuelas, algún día te arrepentirás. Pero deberías arrepentirte de algo que has hecho, no de algo que nunca te has atrevido a hacer.
Dicho esto, la mariquita comenzó a andar y desapareció entre los tallos de las flores de colores.
La mariposa, pensativa y miedosa, tomó impulso con las alas y comenzó a volar, sintiendo un ligero dolor en las patas y dejando los cristales azules atrás. Estaba atardecientdo, y la mariposa volaba hasta el horizonte, con el mar bajo las alas.
'La mariquita tenía razón. Desde aquella colina llena de cristales no se podía apreciar la belleza que se aprecia desde encima de las nubes, la belleza de un sol rojo reflejado en el la superficie pulida y tranquila del océano. Pero, estoy cansada, y he perdido de vista la tierra. Estoy rodeada de agua, y no puedo volar más...'
Pensado esto, la mariposa se dejó caer, se entregó sin fuerzas a su mar, a su querido mar, con el último pensamiento alegre de que tal vez moriría, pero por lo menos pasaría a ser parte de lo que siempre había amado...
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